
De una de las fotos hacia el oeste de la ciudad de Cajamarca, hice algunas travesuras con el Photoshop y miren lo que quedó...Fotografías que he tomado a animales, plantas, paisajes y cosas curiosas. Deseo compartirlas con quien las valore. No olvides dejarme tu apreciación en la sección Comentarios. Gracias y vuelve otra vez.

Pedro y Doris no acudieron a una varita mágica ni menos a un macabro hechizo para cambiar su suerte. Obviamente tampoco se sacaron la lotería para salir de tan precaria situación que los llevo a buscar mejores opciones lejos de su patria. Sólo mantuvieron intacta su voluntad de salir de la pobreza y alcanzar la dignidad que no encontraron en su pueblo.
Quienes visitan el Perú son aventureros. Se aventuran a encontrarlo, pues no hay más información del Perú que solo Machu Picchu; se aventuran a visitarlo, sorteando las inverosímiles dificultades de traslado interno, caracterizadas por pésimos servicios de transporte interprovincial, limitados servicios de hospedaje, informales servicios de alimentación, irresponsables servicios de transporte local, inseguridad personal con elevados índices de delincuencia. Para colmo, los servicios básicos en cada localidad son alarmantemente precarios (salud, gestión de residuos sólidos, calidad de agua, etc.); que matizan macabramente con la agresiva atención al cliente en cada proveedor de servicios en general. Para el inexperto e inculto servidor de nuestro país, el turista es un visitante incómodo que no maneja el tipo de cambio, los horarios de atención, la parsimonia del proveedor y otros vicios más que indudablemente no son culpa del turista. Para colmo de males, hay quienes ven en éste a un incauto e indefenso ciudadano del mundo al que se le puede cobrar precios antojadizos, como si fuera el responsable de nuestra pobreza y marginación.
Es muy difícil que cada aventurero que visita al Perú le quede ganas de recomendarlo y menos de volver a visitarlo. Definitivamente siempre será un pésimo negocio hacer turismo en el Perú que en cualquier parte del mundo, aun cuando no posea similares recursos a los que tenemos. En cualquier otra parte – salvo los países que nos acompañan tristemente en este tipo de actitudes y tratos al turista – el turista recibe completa y objetiva información antes de decidir visitarlo (promoción); recibe un elevado trato en cada uno de los servicios necesarios; encuentra en cada lugar un extraordinario escenario que visitar (limpio, ordenado, organizado y vistoso); es atendido con singular vocación de servicio ante cada necesidad básica que se le presente (salud, seguridad ciudadana, orientación, etc.).
Cuestiona siempre que el Perú sienta que el Turismo no es una actividad económica que merezca la mínima atención en los planes estratégicos nacionales, regionales y locales. Pareciera que sintiéramos que la pobreza y postergación son parte de nuestra soberanía. Lejos de aprender de nuestros vecinos, con menores recursos naturales y culturales que el nuestro, criticamos su avance y crecimiento a través de agresivas estrategias de promoción de su escenario particular. Vivimos con los ojos vendados repitiéndonos generación tras generación, que somos mejores que ellos, aunque jamás seremos merecedores de una mejor situación económica y de una dignidad a la altura de cualquier otro ciudadano del mundo.
He vivido en diversas ciudades del Perú, incluyendo el Cusco, y ninguna de ellas ha demostrado que el turismo sea una opción estratégica de su desarrollo. Continuamos apostando a la agricultura que, en referencia a su acentuado monocultivo se convierte en “monoactividad” económica, postergando insensiblemente a otras opciones como el turismo. Extraordinariamente apostamos por el negocio de coyuntura (minería, extracción forestal, textileria, piratería de información, etc.). Resulta alarmante, visto de lejos, que ciudades con maravillosos recursos (caso de Cajamarca) terminen recibiendo su mayor demanda turística en las épocas en que los escolares del país (con su precaria capacidad de consumo) la visitan como parte de su “viaje de promoción”.
Como parte de nuestra dinámica histórica, habrá que esperar que los Pedro y Doris continúen enrostrándonos nuestra incapacidad para convertir al turismo en una sólida opción de desarrollo. Habrá que vivir además con la idea de que el turismo en el Perú seguirá siendo difícil de llegar y mas difícil aun de volver.
Escribo esta nota en homenaje a esta ciudad y justo hoy 29 de junio, Día de San Pedro y San Pablo, los apóstoles pescadores.
La razón de esta serie de fotografías de Pacasmayo se debe a una invitación de mi amiga Ruth Ayala a fotografiar lo que su institución CEDEPAS hace con los pescadores de Pacasmayo. La vista anterior es de la Casa de la Cultura, que aparentemente ha sido la antigua estación del ferrocarril, porque justamente está en la misma ruta de los rieles que van hasta el final del muelle de pescadores.
Pacasmayo se encuentra casi en la boca del Río Jequetepeque, que viene desde Cajamarca. En plena costa y a mitad de camino entre Chiclayo y Trujillo. La foto superior, igual que las demás, ha sido tomada en junio del año 2008, muy cerca de la temporada más fría de nuestro país. Sin embargo el clima en Pacasmayo es agradable y no es raro encontrarse con vistas al mar como las que se muestra en la foto.
La actividad pesquera en Pacasmayo es artesanal; es decir que se desarrolla sin embarcaciones ni aparejos industriales y en el área de 5 millas que el Estado ha reservado para este tipo de pesca.
El muelle de pescadores posiblemente tuvo una finalidad diferente cuando se construyó y operó en los primeros años, pero hoy sólo sirve para facilitar el embarque y desembarque de los pescadores artesanales.

No cabe duda que el muelle es testigo de una importante historia en Pacasmayo. Desde ahi se puede observar el ancho mar hacia el oeste y volver la mirada a la ciudad de Pacasmayo al oriente. Muy cerca y atados a él están las embarcaciones que utilizan los pescadores artesanales para irse "a la mar" en busca del pescado que sostendrá economía y alimento en el hogar.
Desde las primeras horas y a lo largo de la mañana se ve llegar pequeñas embarcaciones con pescadores que vienen de cumplir su faena de pesca, con el preciado pescado y los aparejos usados para recibir la limpieza y arreglos que son necesarios.
Una vez en tierra, al empezar el muelle, los pescadores seleccionan la pesca para proceder a la comercialización. La demanda es alta; lo que cada vez es menos es la pesca.

Tampoco es extraño ver en la captura a individuos en estadíos juveniles o en estado reproductivo.
El poblador reconoce un pescado de agradable sabor y paga mejor precio por él. Lo más frecuente de encontrar son las "pintadillas", que son peces que viven más cerca de la orilla. Sin embargo se puede esperar "chitas", "pampanitos" y otros de mejor aprecio en la olla regional.
De manera informal, pero no por ello necesariamente desordenada, el poblador se aglomera ante el ofertante del pescado fresco a comprar lo que será el menú de hoy. Aún el pescado se encuentra al alcance de las economías más humildes.
La situación de la pesca artesanal en Pacasmayo y esa parte de la costa peruana es crítica. El pescador no sale de su situación de supervivencia y el pueblo cuenta con cada vez menos pescado para su consumo diario.
La situación se torna compleja cuando el mar es cada vez más un escenario de sangrienta competencia por el preciado pescado. Muchas veces la zona de pesca artesanal es invadida por las embarcaciones semi industriales e industriales, dejando sin oportunidad al pescador artesanal, desprovisto de capacidades técnicas y organizativas para sobrevivir en este mar de competencias económicas.
La rápida visita permitió percibir eso, que previamente fue contado por Ruth, actuando como guía de la visita. CEDEPAS espera encontrar la fórmula que dote al pescador artesanal de mejores instrumentos para defender su actividad y permitirle alcanzar mejores estándares de vida para él y su familia, como es su derecho.
Muy aparte de lo que es la actividad de pesca artesanal, pero no lejos de donde se embarcan los pescadores y se comercializa el pescado. No lejos tampoco del bello malecón que se mantiene por las acogedores hoteles y agradables viviendas, se aprecia una práctica que lamentablemente aún subsiste en nuestras localidades: vertimiento de aguas servidas al mar.
Esta práctica es desarrollada por los trabajadores municipales, pero es claro que no es su responsabilidad. La necesidad de atender con mayor responsabilidad los vertimientos domésticos es inminente y se exhibe con desastrozas imágenes como éstas.
Y no cabe duda que están generando impacto ambiental, visual y dentro de poco el impacto se verá en la salud de las personas.