Difícil llegar; más difícil aún volver
Juan es un experto elaborador de pizzas. Su trabajo empieza desde la selección de la harina, luego la mezcla adecuada para una buena base de la pizza, la dosis perfecta de queso de la zona y al final los ingredientes, según el menú que oferta en la pizzería. Pedro, un inexperto pero empeñoso ayudante aprendió en algo su receta y le ayudó algún tiempo. Su búsqueda de mejores horizontes le llevó a un lejano país y al cabo de un año le escribe a su maestro contándole que trabaja en una pizzería y que está ganando bien. Espera ayudar a su familia que vive en la pobreza.


Doris es una madre soltera que no encontró mejor empleo que encargarse de la limpieza de las habitaciones de un sencillo hotel. Su empeño solo le permitió mantener su empleo. Las ganancias no le permitían salir de la casa de sus padres, unos humildes campesinos, quienes le ayudaban haciéndose cargo de su pequeño Esteban. Una amiga logró convencerla de ir a un vecino país, continuamente criticado por sus paisanos por su frío crecimiento, que arrasa con las aún precarias condiciones de desarrollo económico del suyo. Hoy ha logrado comprarse un terreno y está construyendo su vivienda. El pequeño Esteban asiste a una escuela privada, solventada por el dinero de su madre.
Pedro y Doris no acudieron a una varita mágica ni menos a un macabro hechizo para cambiar su suerte. Obviamente tampoco se sacaron la lotería para salir de tan precaria situación que los llevo a buscar mejores opciones lejos de su patria. Sólo mantuvieron intacta su voluntad de salir de la pobreza y alcanzar la dignidad que no encontraron en su pueblo.
Si ambos hacen casi lo mismo, cuestiona el hecho de que ahora ganen mucho más que en sus originales empleos. Además de alguna que otra complejidad, lo que pasa es que donde ahora trabajan hay mucha más gente; hay una considerable demanda que permite redituar a sus actuales empleos una mucha mayor ganancia que justifica a su vez un mayor pago a los trabajadores. Existe además una necesaria selección de eficacia en el trabajo, que Pedro y Doris no tienen problemas en desafiar.
Ocurre que en los lugares en donde ambos trabajan se considera al Turismo como una sólida opción de ingresos. No solo a quienes proveen los servicios necesarios, sino a su propio Estado, que ha visto en esta actividad una valiosa opción gana – gana para todos. Ganan los proveedores de los servicios al turista, gana el turista porque encuentra una atractiva alternativa de diversión, cultura y ocio; y gana el estado porque todos ellos tributan a favor del fisco.
Pero eso no ocurre en el Perú. Aun cuando somos el país que se jacta de poseer parte de la gran diversidad biológica mundial y una de las mayores diversidades culturales asociadas a ella, con indiscutibles evidencias en los restos de su historia pasada, no poseemos una cultura turística.

Si ambos hacen casi lo mismo, cuestiona el hecho de que ahora ganen mucho más que en sus originales empleos. Además de alguna que otra complejidad, lo que pasa es que donde ahora trabajan hay mucha más gente; hay una considerable demanda que permite redituar a sus actuales empleos una mucha mayor ganancia que justifica a su vez un mayor pago a los trabajadores. Existe además una necesaria selección de eficacia en el trabajo, que Pedro y Doris no tienen problemas en desafiar.
Ocurre que en los lugares en donde ambos trabajan se considera al Turismo como una sólida opción de ingresos. No solo a quienes proveen los servicios necesarios, sino a su propio Estado, que ha visto en esta actividad una valiosa opción gana – gana para todos. Ganan los proveedores de los servicios al turista, gana el turista porque encuentra una atractiva alternativa de diversión, cultura y ocio; y gana el estado porque todos ellos tributan a favor del fisco.
Pero eso no ocurre en el Perú. Aun cuando somos el país que se jacta de poseer parte de la gran diversidad biológica mundial y una de las mayores diversidades culturales asociadas a ella, con indiscutibles evidencias en los restos de su historia pasada, no poseemos una cultura turística.



Esta reflexión se ha dicho y repetido una y otra vez, pero no sentimos que nos corresponde atenderla. Si somos autoridades, creemos que hacemos nuestra parte construyendo absurdos y costosos monumentos a cualquier cosa o miradores imprudentes; si somos proveedores de servicios, creemos que solo nos asiste cobrar por cada servicio, al margen de la calidad con la que lo ofertemos; lo demás le corresponde a las autoridades o es problema del turista; si somos ciudadanos, creemos que la limpieza pública y la seguridad ciudadana le corresponde a las autoridades. Los turistas llegan a encarecer el costo de vida y por eso, mientras menos vengan, mejor.

